Mucho se ha escrito sobre "animales enamorados", nosotros mismos, hace casi un año escribimos un artículo sobre algunos de los animales más románticos del mundo ¿recuerdas? Pero hoy vamos a dar un paso más allá: vamos a intentar encontrar la causa química que induce al enamoramiento de animales y mascotas entre ellas y también hacia sus cuidadores, los seres humanos.

Cerebros enamorados

Un reciente estudio de la Universidad College de Londres ha provocado una pequeña revulsión en el ámbito del estudio bioquímico del cerebro humano. Estos investigadores británicos consiguieron captar cómo ciertas partes del cerebro de una persona enamorada se activaba cuando veía a su ser amado. Pero, ¿qué factores provocan este cambio del paisaje cerebral? Varios y variados, pero uno de los más importantes es el sentido del olfato. Parece ser que a cada persona le atrae de forma involuntaria una gama de aromas u olores determinados. Explicado de forma muy sencilla, determinados olores activan nuestras feromonas, unas sustancias químicas presentes en todos los animales - mascotas incluidas - que funcionan como señales de atracción o rechazo hacia otros seres vivos, sean de la especie que sea. Estas feromonas tienen la capacidad de liberar una serie de hormonas, de sustancias químicas que, como la oxitocina o la dopamina, son capaces de cambiar las conexiones de los miles de millones de circuitos eléctricos presentes en nuestro cerebro. El estudio del "enamoramiento bioquímico" del ser humano tiene su reflejo, también, en el estudio del comportamiento amoroso de los animales. Las feromonas, las oxitocinas y la dopamina no son exclusivas del ser humano, también están presentes en el organismo de numerosas especies del reino animal, desde las pequeñas hormigas, a los ratones, las mariposas, las aves, los gatos y los perros.

¿Amor desinteresado?

La pregunta que divide al sector de la investigación bioquímica y veterinaria es clave ¿Sienten los animales un amor similar al que siente el ser humano? ¿Sus reacciones amorosas hacia nosotros o sus respectivas parejas es fruto del más puro y simple interés? Hay ciertos estudios - como el promovido por Fred Metzger, un investigador de la Universidad de Pensilvania - que niegan tajantemente esa posibilidad. Según Metzger, el proceso de supuesto amor de los perros hacia los seres humanos que los cuidan es, simplemente, una respuesta natural a la recompensa, es un sentimiento - que no amor - completamente interesado y basado en las recompensas o amenazas. Como no podía ser de otra manera, los mascoteros estamos completamente en contra de esta postura fría y aséptica. Nuestras opiniones no se basan en rigurosos estudios, estadísticas y comparativas. Nosotros nos basamos en el día a día, en las reacciones que observamos en nuestros animales de compañía cuando nos vuelven a ver, cuando les rascamos las orejas o les damos un gran abrazo. Afortunadamente, encontramos otras posturas más amables. La prestigiosa revista "Journal of Comparative Psychology" ha publicado un reciente estudio en el que defiende que el perro siente hacia sus cuidadores un amor puro, incondicional y no basado en la recompensa. La respuesta de la mascota ante la presencia de "su persona" libera una serie de sustancias químicas que afecta a su sistema límbico, activa ciertas zonas de su corteza cerebral y consigue que se activen las hormonas relacionadas con el placer. En palabras más románticas: el chucho siente un simple "ataque de amor".

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Andrea Beetz, otra científica de excelente reputación en los círculos académicos, apoya estas afirmaciones. Según Beetz, cuando un perro y su persona están juntos varios minutos se aprecia un incremento de oxitocina en su sangre (en una cantidad similar en ambas especies). Para terminar, me gustaría recordar uno de los experimentos que más vueltas ha dado por el universo Internet en los últimos meses: la resonancia magnética de los cerebros de los perros realizada por el equipo de Gregory Berns en la Universidad de Emory en los siempre innovadores Estados Unidos. Berns analizó durante meses decenas de perros que habían sido especialmente adiestrados para permanecer despiertos, quietos y sin asustarse dentro de la cámara de resonancia magnética - un dispositivo que produce durante varios minutos una secuencia de ruidos realmente infernal -. Que los chuchos estuvieran despiertos era fundamental para el éxito del experimento ya que su fin último era crear un mapa cerebral de nuestros mejores amigos, un mapa que luego compararían con el de los seres humanos para comprobar semejanzas y diferencias. El estudio aún está en su fase inicial, pero los primeros resultados son muy satisfactorios para los amantes de los animales: ambos cerebros - perro y humano - tienen unas zonas comunes que son, precisamente, las mismas donde se activan las sustancias químicas del amor.

Y tú ¿qué opinas? ¿Crees que tienes una mascota enamorada? ;)



  Sobre el autor

Marta Barrero

“Se puede vivir sin perro, pero no merece la pena” es una de las máximas de Marta Barrero, nuestra redactora especializada en formación, comunicación y publicidad.

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