La lucha incansable de las asociaciones de animales continúa. Una tarea larga y ardua que a veces comienza a ver pequeños rayitos de luz que dan esperanza. Sin duda, la legislación vigente desampara al completo a nuestros animales.

Allá por enero de 2013, un fuerte olor salía de una finca de Coín, Málaga. Los vecinos, alertados por tan mal hedor, avisaron al Seprona. Se trataba de tres caballos, dos de ellos muertos y en gran estado de descomposición por una gran desnutrición y un tercero que agonizaba.

La Asociación CYD Santamaría, en defensa de los caballos, también se personó allí para, como es habitual, fotografiar lo ocurrido y hacerse cargo del animal que consiguió sobrevivir. Una vez más, la realidad superaba la ficción.

El único caballo superviviente, al igual que el resto de los que yacían muertos, tenía la boca completamente destrozada. El animal se había agarrado a la vida de tal forma que para sobrevivir había intentado comerse el hormigón del suelo y de las pareces de la cuadra en la que permanecían encerrados. Su dueño, sin remordimiento alguno, les había cortado el agua condenándolos hasta la muerte por inanición pues tampoco disponían de comida.

Caballos desnutridos
Fuente de la imagen: www.elpais.com

Lo más curioso de todo es que a las puertas de la cuadra, hay una inmensa pradera verde en perfectas condiciones. Por supuesto, lo animales jamás pudieron acceder a ella.

El responsable de los caballos, lejos de sentirse mal y sin remordimiento alguno, justificaba con toda la tranquilidad del mundo sus hechos diciendo que tenía problemas económicos.

Ahora, la fiscalía pide diez meses de cárcel y dos años de inhabilitación por maltrato animal. Se trata, así, de una pena pionera que supone un pequeño avance en los derechos de los animales y un pasito más en la lucha de las protectoras de animales.

El final de la historia resulta, así, un poquito menos cruel y amargo. Adham, el gran equino superviviente, tras meses de recuperación y lucha para salir de esa agonía en la que fue encontrado, consiguió recuperarse. La vida le daba una segunda oportunidad gracias a una joven holandesa llamada Lissane, que tras haber colaborado con la Asociación CYD Santamaría, le adoptó y ahora viven felices en los Países Bajos.

Su pelo ya brilla, su cuadra ya no es una cárcel sino un cobijo y tiene kilómetros y kilómetros de verde para correr, pasear y disfrutar tranquilo. Así, lo muestra ella misma en sus constantes comunicaciones con la asociación que le salvó la vida.



  Sobre el autor

Cristina de Dios

Licenciada en Periodismo por la URJC y especializada en Marketing y Comunicación por la UCM, es una apasionada de los animales, en especial de los perros, por quienes lucha diariamente para lograr una mayor concienciación sobre sus derechos y un mayor respeto hacia todas las especies.

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