Las razas y las no razas son un tema apasionante, una vez además que te adentras en el mundo de las protectoras y el mundo animal, y ves que cada individuo es un mundo.

No será la primera vez que hablemos de esto y seguro que no será la última, pero hoy me gustaría hablar sobre todo de sensaciones. 

Es casi cómico ver cómo los humanos nos encaprichamos con los colores o los tamaños, sin tener en cuenta prácticamente nada más a la hora de "escoger un perro". Lo de escoger es curioso, porque además tengo la sensación cada vez más fuerte de que son muchos los perretes que nos escogen a los humanos, y no al revés...

Perros mestizos de una perrera
Cada uno diferente, y cada uno con sus necesidades de cariño

Y dentro de este capricho, al margen de las necesidades, pretendemos  que a veces un perro sea así o asá dependiendo de la raza. ¡Y cada animalillo es un mundo! No voy a negar que las razas han sido diseñadas por los humanos y que cada una responde a un tipo de necesidad concreta (los que ladran para avisar, los que no avisan pero muerden, los que corren, los que olfatean, los que son nerviosos o los que disfrutan todo el día en el colchón...), pero dentro de esto, la fe ciega nos llevaría a pensar que un galgo siempre atrapa a sus presas y tiene conducta de caza, por ejemplo, y en ese caso los cazadores harían su agosto cada vez que los sacan, y no tendrían que colgarlos o matarlos, abandonarlos en el mejor de los casos, cada vez que les sale uno "defectuoso"... Polémicas a parte, y siempre en defensa de los galgos (jamás justificaré una conducta ni parecida o el maltrato animal), diré que si esto pasa es porque no siempre las razas responden con exactitud a lo que esperamos de ellos.

Pero es más, si solamente tenemos esto en cuenta, ¿dónde queda la decisión de coger un perro sin raza? Vaya, parece que será tarea difícil... Siguiendo ese juego de "lo que debe ser", tendremos entre manos una auténtica ruleta rusa que no sabremos por donde va a salir, ¿verdad?

No, claro que no. Evidentemente no es así. Nuestra capacidad para conectar con un animal es alta, pues todos somos animales y estamos dentro de la naturaleza que nos envuelve sin excepción. Sin embargo es algo olvidado, casi reprimido, hoy en día. 

TeLoSuplico

Sin embargo es fascinante poder quedarte observando a un perro, cachorro o adulto, y simplemente ver qué hace y cómo reacciona a distintos estímulos. Es maravilloso poder tener a un perro frente a frente y acariciarle, dejando que te sienta y sintiéndolo a su vez. Es una grata sensación percibir en su mirada sus miedos, su seguridad, su cansancio, y poder dirigir al animal a una vida plena según su forma de ser.

He tenido mucho contacto con perros de pura raza, seleccionados y elegidos para determinados trabajos o para personas con un largo recorrido en el mundo del perro, y también he conocido a muchos perros desechados por quien debía responder ante ellos, abandonados o vagabundos, y sin un destino favorable. Tanto en unos como en otros me encuentro continuamente caracteres fuertes y tímidos, perros juguetones o tranquilotes, miradas de miedo o ansiedad y de profunda alegría. No encuentro la diferencia.

Y no encuentro la diferencia porque en ambos casos lo único que les separa es tener o no tener un prototipo que responda al nombre de la raza, pero  en cuanto a sentimientos y formas de ser un perro con raza es igual a otro.

Me encantaría poder entrar en la mente de quienes no encuentran sentido a un perro mestizo y hacerles ver lo que yo veo continuamente. Da igual el nombre, color, tamaño... cada uno es diferente y como diferente y único hay que tratarlo. Nos llevará un tiempo a la humanidad darnos cuenta de esto... y mucho más si nos referimos a los animales.



  Sobre el autor

Miriam Sainz Sánchez

Apasionada de los animales, lleva muchos años conviviendo y aprendiendo de ellos. Adiestradora canina y amante de la naturaleza, es además una gran entusiasta de las palabras y los viajes. Siempre con mascotas.

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