Una de las semanas más duras de los últimos tiempos queda atrás, aunque, por supuesto, nosotros jamás la olvidaremos.

La injusticia y la maldad se han personificado en nuestro país, ése mismo al que algunos le rendían homenaje el pasado domingo. Mientras, me pregunto qué es lo que hay que homenajear cuando sólo avergüenza, roba, humilla, culpa, asesina a los más indefensos…

Al mismo tiempo y tras el asesinato de Excálibur, conocíamos un caso paralelo al de Teresa Romero en Estados Unidos. Una sanitaria del estado de Dallas corría la misma suerte que nuestra enfermera y se contagiaba de ébola tras cuidar a un paciente infectado por la terrible enfermedad.

Ella también gozaba de la inmensa dicha que es convivir con un perro pero, a diferencia de lo que aquí sentenciaban, ése animal no ha sido tratado como basura sino que está siendo evaluado y cuidado por las autoridades sin mostrar, al menos de momento, ni un signo de contagio de la enfermedad.

DEP
Ni olvido ni perdón.

Aquí sólo bastó ser “perro” para sentenciarle a muerte. Dio igual que los pocos estudios que existen indicaran que no parecía posible el contagio de humanos a perros ni viceversa. Ni que aún cuando existiese contagio, el virus pasaría por el animal sin síntomas y que sometiéndole a cuarentena sería suficiente pues una vez excretado el virus, el animal podría volver a su vida normal sin ningún riesgo ni peligro para nadie.

Dio igual la importancia que el animal tuviese para la paciente. Dio igual el respeto hacia los más inocentes e indefensos. Dio igual que Excálibur fuera un miembro muy importante de la familia del matrimonio afectado. No importó que Javier Limón no diese el consentimiento para eutanasiar a su perro. Era indiferente que él no cediese las llaves de su vivienda y que hiciese un llamamiento urgente a protectoras, a asociaciones de animales y a toda esa población que se pronunció de forma tajante y se movilizó para parar la terrible injusticia que más tarde sucedería.

Y es que unos “profesionales” llamados policías y veterinarios cuyo deber se supone que es proteger y curar, irrumpían en la casa de Excálibur para arrancarle la vida sin motivo alguno y de la forma más cruel. ¿Su pecado? Haber nacido animal y no ser, ni siquiera, merecedor del beneficio de la duda.

Pero es que aquí, señores, asesinar animales es costumbre, es cultura, es tradición… En este país las atrocidades están disfrazadas de legalidad y barbarismo, las injusticias se justifican, la insensibilidad se propaga entre los que mandan para, supuestamente, representar al pueblo.

La sociedad está cansada, está exhausta, ya no aguanta más y, por supuesto, no perdona. Una gran parte de nosotros decimos “basta”. Basta de matar, de torturar y de asesinar animales. No somos pocos y seguiremos luchando por ellos hoy, mañana y siempre hasta que consigamos lo que esos animales merecen.

Y es que como dejo Mahatma Gandhi “La cultura de un pueblo se mide por el modo de tratar a los animales”. Desde aquí le brindamos todo nuestro apoyo a Teresa y a Javier. Os enviamos toda la fuerza del mundo. Estamos con vosotros.



  Sobre el autor

Cristina de Dios

Licenciada en Periodismo por la URJC y especializada en Marketing y Comunicación por la UCM, es una apasionada de los animales, en especial de los perros, por quienes lucha diariamente para lograr una mayor concienciación sobre sus derechos y un mayor respeto hacia todas las especies.

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